Siminoticiero
Alejandra Cervantes Neri, enviada
Tw: @lilly_alee
Toluca, Estado de México. Alrededor de 2 millones 237 mil personas en México viven con deficiencia visual, mientras que más de 415 mil padecen ceguera. Nuestro país se encuentra entre las 20 naciones con mayor número de afectados por una discapacidad visual.
Además, el Inegi señala que entre 40 y 50 por ciento de los casos de ceguera se debe a cataratas, seguido de accidentes y enfermedades. Tal es el caso de Alberto Herrera, quien perdió la vista hace siete años.
“Atravesé por una época difícil en mi vida, envuelta en pérdidas familiares. Caí en depresión y bajaron mis defensas. Después, una bacteria contaminó mis ojos, y en un lapso menor a dos semanas perdí la vista en su totalidad”.
Afrontar su nueva vida no fue tarea fácil, pero con determinación y coraje buscó la manera de sobreponerse a esta discapacidad. Precisa que Vemos con el Corazón, institución de asistencia privada, fue la clave para su adaptabilidad.
“Este lugar fue una bendición y lo sigue siendo, para mí y muchos otros. Me abrió la puerta en un momento crítico de mi vida y estoy muy agradecido por eso”.
En septiembre de 2008 Vemos con el Corazón comenzó a operar en esta entidad con el objetivo de brindar atención a personas de todas las edades con discapacidad visual, y que estas puedan crecer de manera integral e independiente.
Alberto, como otros adultos y niños que forman parte de esta institución, por medio de cursos y talleres, recuperó su confianza, aprendió a moverse en la calle, así como la lectoescritura en braille, e integrarse a los ámbitos social, cultural y recreativo.
Actualmente es instructor de yoga en Vemos con el Corazón. “Me gusta transmitir lo que sé, compartirlo con mis compañeros, sé que, si yo pude, ellos también podrán”, confirma.
La labor de esta institución es apoyada por Fundación del Dr. Simi y, por medio del Simiplan de Ayuda a Personas con Discapacidad, SimiPaDi, equiparán su terraza sensorial para que los alumnos puedan recibir talleres y trabajar con otros sentidos, como la audición, olfato y tacto.
Cada uno de los alumnos cuenta con un programa educativo personalizado. Y, no menos importante, son preparados para el ambiente laboral.
“Algunos toman talleres de masoterapia, otros de bisutería y más. La finalidad es que puedan ser económicamente activos y no dependan de una tercera persona para valerse por sí mismos”, indica Ana Silvia Naime, directora de la institución.
En efecto, la discapacidad no tiene límites. Tendamos la mano para apoyar a quien lo necesita. Construyamos una sociedad más incluyente y equitativa.
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